Por Rafael Álvarez Cordero*
Sembrar, traficar y vender droga es un negocio, por la simple razón de que está prohibido.
Entre los múltiples problemas y conflictos que aquejan a México y al mundo hay dos que parecen crecer por momentos: el narcotráfico y la pederastia sacerdotal; es cierto que hay delincuentes que no son narcotraficantes y pederastas que no son sacerdotes, pero la gravedad de sus delitos motiva esta reflexión.
1.- El narcotráfico. Lo he dicho aquí anteriormente: las críticas que se hacen a Felipe Calderón en su lucha inacabable contra estos delincuentes son en parte justificadas, porque no ha querido abarcar la totalidad del problema y no podrá tener la totalidad de la solución.
El narcotráfico es simple y sencillamente un asunto económico como la venta de refrescos o de hamburguesas.
Sembrar, traficar y vender droga es un negocio por la simple razón de que está prohibido, si no estuviera, la mariguana costaría lo mismo que la alfalfa o el epazote; las enormes fortunas de los traficantes se deben a eso, y ahora, como la competencia es cada vez más dura, tienen que aniquilar a sus competidores.
El monumental tráfico de armas también es un asunto económico.
En Estados Unidos las leyes contra ese tipo de ventas son claras, pero se violan todos los días porque los fabricantes y vendedores de armas tienen cooptados a los encargados de la ley.
La solución del narcotráfico es simple, es una triste ironía saber que las muertes por accidentes, por alcoholismo o tabaquismo son mucho mayores que las debidas a la mariguana, pero autos, alcohol y tabaco se comercian libremente.
La solución: despenalizar el uso de la mariguana ¡pero ya!, acabar con el lavado de dinero de los traficantes, ¡pero ya!, exigir que cese el tráfico de armas ¡pero ya!; lo demás son declaraciones huecas y mentirosas, que no ayudan a resolver tan grave problema
2.- La pederastia sacerdotal. En la Iglesia las prácticas sexuales de monjes y monjas, sacerdotes y altos prelados han sido tema de conversación, anécdotas y libros por siglos, pero ahora los medios de comunicación permiten ventilar estos delitos y hacer pública la infamia de quienes, amparados en la autoridad sacerdotal, abusan de niños y niñas, embarazan a jóvenes, ocultan los embarazos o promueven abortos.
Triste es saber que los más altos prelados, como el papa Juan Pablo II, ocultaron estas prácticas, y que incluso el papa actual, Benedicto XVI, impidió que salieran a la luz.
El matrimonio de los sacerdotes no es malo, un entrañable amigo me platicó que es bisnieto de un buen sacerdote, prelado respetabilísimo, amado por su pueblo, quien tuvo esposa y varios hijos; ¿qué hay de malo en ello?
La solución también se propuso desde los tiempos de Lutero: que los sacerdotes tengan el derecho de casarse ¡pero ya!; que se acaben esas reglas contra natura que los obligan a negar su sexualidad o a desviarla de manera grotesca y criminal, ¡pero ya!
El narcotráfico y la pederastia sacerdotal son grandes males, los grandes remedios están ahí: despenalización de la mariguana y libertad a los sacerdotes para que ejerzan plenamente su sexualidad; si no, ambos males persistirán por mucho tiempo.
*Médico y escritor
lunes, 5 de abril de 2010
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