viernes, 30 de abril de 2010

Es la guerra

Por Rafael Álvarez Cordero*

La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el gran aumento del consumo de azúcares es la primera causa de la obesidad en el planeta.

La información y la desinformación relacionadas con la obesidad infantil y su control son resultado de una guerra sin cuartel que se libra entre productores de alimentos y bebidas y las autoridades de salud. Veamos.

La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el gran aumento del consumo de azúcares es la primera causa de la obesidad en el planeta y, aquí, cuando en 2008 la Secretaría de Salud publicó el documento Recomendaciones sobre el Consumo de Bebidas para una Vida Saludable”, con el objetivo de disminuir el consumo de refrescos y aumentar el de agua y leche, las empresas iniciaron la campaña de desinformación que continúa hasta ahora.

Allá, en Estados Unidos, con el fin de anticiparse a una ley que controle los alimentos en las escuelas, los embotelladores y productores crearon CARU (Children Advertising Review Unit), para “autorregularse”, lo que es una tomadura de pelo, porque disfraza las acciones que causan obesidad so pretexto de estar “protegiendo” a los estudiantes.

Aquí, varias empresas crearon el PABI (Publicidad de Alimentos y Bebidas Infantil), que tiene el mismo fin: desviar la atención de la realidad y evitar que se publiquen leyes que protejan a los niños tanto en las escuelas como en su casa.

Allá, en Estados Unidos, a un niño que ve dos horas de televisión le llegan 12 mil 400 anuncios al año (24 por hora), la mitad de ellos de publicidad de alimentos chatarra, así como de bebidas azucaradas.

Aquí en México, el niño ve 39 anuncios por hora, 17 de ellos de comida chatarra y nadie dice nada.

Estas campañas publicitarias ahora incluyen, tanto en Estados Unidos como en México, la venta de comida chatarra con regalos o premios, la oferta de dobles raciones sin pagar extra, los boletos para cines, fiestas y conciertos, la asociación entre las bebidas azucaradas y el futbol —campaña más notable ahora que se acerca el Campeonato Mundial, donde los seleccionados anuncian, sonrientes, refrescos de cola—, la asociación de personajes infantiles en videojuegos con comida chatarra, la publicidad de refrescos en los teléfonos celulares y hasta la presencia de productos chatarra en los programas de televisión.

Es la guerra contra la salud de millones de consumidores.

En Estados Unidos, los productores de alimentos y bebidas han “convencido” (léase sobornado) a legisladores para que bloqueen las leyes antichatarra.

Aquí sucede lo mismo: la publicación de la ley antiobesidad, que generó la diputada Cristina Díaz Salazar, pone énfasis en el ejercicio y no dice nada de la comida chatarra y las bebidas azucaradas. Algo que no tenía sentido antes de enterarnos de que la legisladora ha creado y dirigido campamentos en Guadalupe, Nuevo León, patrocinados totalmente por Coca-Cola. Sobran las explicaciones.

Y mientras las autoridades de salud pugnan por crear leyes y controles para evitar la obesidad, los productores de alimentos y bebidas recurren a todo, desde publicidad hasta sobornos, con el fin de impedirlo.

Es un negocio de cientos de miles de millones de dólares. Es la guerra.

*Médico y escritor

jueves, 22 de abril de 2010

De leyes y deporte chatarra

Por Rafael Álvarez Cordero*

Las declaraciones de Lujambio reflejan el poco interés del gobierno por la actividad deportiva, el ejercicio físico y la salud.

Con motivo de la abundosa información sobre leyes para prevenir la obesidad, junto con propuestas para reducir el consumo de alimentos chatarra, se propuso reglamentar el ejercicio físico en las escuelas. Y en una entrevista que Sergio Sarmiento hizo a Alonso Lujambio, titular de la SEP, éste dijo, palabras más, palabras menos, que es difícil programar el ejercicio, pero “se puede dar a los niños reatas para que brinquen o pelotas o que jueguen al avión, o que hagan ejercicio alrededor de su pupitre”. Estas declaraciones son de risa loca, aunque debo decir que no tiene él toda la culpa porque sólo reflejan el poco interés del gobierno mexicano por el deporte, el ejercicio físico y la salud.

Desde los años treinta del siglo pasado existía un Comité Olímpico Mexicano, un grupo de entusiastas que hacían lo imposible por competir en los Juegos Olímpicos. En 1933 se fundó la Confederación Deportiva Mexicana. Y en 1950, por mandato de Miguel Alemán, nació el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, Injuve, ya desde entonces dentro del organigrama de la Secretaría de Educación Pública. Luis Echeverría creó el Instituto Nacional del Deporte, Inde, y también el Consejo Nacional del Deporte.

En 1977, José López Portillo ordenó la fundación del Consejo Nacional de Recreación para la Juventud, Crea. Poco después se materializó una Subsecretaría del Deporte y, en 1981, el Consejo Nacional del Deporte. La historia sigue, con el deporte como un “juguetito” de funcionarios y vividores. En 1988 se creó la Comisión Nacional del Deporte, Conade, como órgano desconcentrado ligado aún a la SEP. Y en 2003 se fundó la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, encargada de “promover la cultura física, la recreación y el deporte en nuestro país”.

Los titulares de todas estas organizaciones, la Conade, el COM, la CDM, los presidentes y otros funcionarios de las numerosas federaciones deportivas (más de 50, entre las que se encuentran la de ajedrez, de porristas, de rodeo, de vushu, de hap-ki-do, de vabbi, etcétera) no tienen otro interés sino chupar del presupuesto sin entregar cuentas y viajar con sus familias a los eventos internacionales.

El fondo del asunto es que, para el gobierno mexicano, la salud que surge de una vida sana, con ejercicio y deporte, no es prioridad. En otros países existe una secretaría del ramo (Juan Antonio Samaranch fue titular de Deportes en tiempos de Francisco Franco), pero aquí no existe una política sana al respecto, por eso no hay interés en crear instalaciones adecuadas para niños y jóvenes, la mayor parte de las existentes son obra de los ciudadanos y, debido a ello, nos damos cuenta de que los deportistas sobresalientes son muy pocos, deben entrenar solos, no reciben apoyos e incluso son ignorados, como hace poco los campeones parolímpicos, que fueron olvidados en el Premio Nacional.

Eso explica los disparates expresados por Lujambio respecto al deporte en las escuelas. Según él, como para muchos, esa actividad no importa y, por eso, las leyes al respecto no van a servir y el deporte será también, como la comida, deporte chatarra.

*Médico y escritor

jueves, 15 de abril de 2010

Obesidad, ignorancia, indolencia y corrupción

Por Rafael Álvarez Cordero*

El consumo de calorías vacías y la falta de actividades deportivas generan este mal, tan nocivo para los mexicanos.

Todos hablan de la obesidad, funcionarios, diputados, senadores, analistas, escritores, publicistas, amas de casa, adolescentes anoréxicas, etcétera. Hoy, la obesidad es el tema.

Allá por los 70, mi padre —pediatra sabio— decía que los niños estaban comiendo más de lo necesario y la culpa era en parte de los pediatras, que felicitaban a la mamá porque su hijo “tenía dos años, con peso de cuatro años”. Hoy se sabe que la obesidad comienza en la casa, cuando la mamá compra porquerías en el mercado, cocina con abundante grasa, sirve raciones demasiado grandes, tolera y aun fomenta el consumo de refrescos y de alimentos chatarra, mientras el papá da el mejor ejemplo sentadote frente a la televisión bebiendo cerveza y comiendo papas.

Hoy se sabe que la obesidad continúa en la escuela —el lugar más “obesógeno”—, donde no hay información sobre salud, no hay bebederos de agua pura, se permite la comida chatarra y los refrescos azucarados y se hacen solamente 30 a 40 minutos de “ejercicio” a la semana.

Y hay obesidad en todas las oficinas, que a media mañana se convierten en comederos inmundos de tortas, tacos, chocolate, refrescos, dulces y galletas.

La ignorancia de la población y la indolencia de las autoridades sanitarias durante muchos años —nosotros hablábamos de este tema desde los ochenta y hasta 1995 pudimos redactar una Norma para el Manejo Integral de la Obesidad— permitió que el consumo de calorías vacías y la falta de actividades deportivas generara esta obesidad que mató y matará a miles de mexicanos, va a incapacitar a muchos más, saturará clínicas y hospitales en poco tiempo y va a llevar a la quiebra financiera al Sistema de Salud.

Congresos van y congresos vienen, escuchamos discursos sobre “la epidemia del siglo XXI”, llamada por la Organización Mundial de la Salud “la segunda causa de muerte evitable, después del tabaquismo”, pero hemos fracasado rotundamente en crear las condiciones necesarias para detener la epidemia y revertir sus efectos.

Porque si la ignorancia y la indolencia hacen mucho daño, la indolencia y la corrupción son una combinación letal. Veamos.

Hace unos días, la Asamblea Legislativa del DF publicó la Ley para la Prevención de la Obesidad y Trastornos Alimenticios del DF, con el fin de obligar al gobierno capitalino a implantar políticas públicas que prevengan la obesidad. Excelente iniciativa, pero… a nivel federal, los desencuentros entre la Secretaría de Salud y la SEP hacen que el doctor José Ángel Córdova quiera prohibir la comida chatarra en las escuelas y fomentar la actividad física, en tanto que Alonso Lujambio se opone y manipula a los legisladores para que frenen el dictamen correspondiente.

¿Qué hay detrás?, ¿ignora Lujambio el efecto letal de la comida chatarra en millones de niños?, ¿está protegiendo a los secuaces de la maestra Elba Esther que regentean las tienditas y las cooperativas escolares?, ¿o serán las grandes productoras de alimentos chatarra y refrescos embotellados las que —como sucedió por años en Estados Unidos— lo convencieron de que es mejor no hacer nada? Son preguntas.

Ignorancia, indolencia y corrupción son las causas de la obesidad que nos ahoga.



*Médico y escritor

viernes, 9 de abril de 2010

¿Secretaría tonta?

Por Rafael Álvarez Cordero*

Podríamos preguntar a Alonso Lujambio, titular de Educación Pública, si la democracia en México carece de inteligencia.

El secretario de Educación, Alonso Lujambio, cumple un año al frente de la que yo considero la Secretaría más importante del gabinete, porque de su desempeño depende el presente y el futuro de decenas de millones de niños y de jóvenes mexicanos.

Es triste que, al cumplir un año, lo que más se recuerda fue su declaración de que nuestra democracia es “una democracia tonta”.

El diccionario dice que “tonto” es una persona de inteligencia escasa. Podríamos preguntar al secretario si la democracia carece de inteligencia. Él, que está hoy en el enorme sillón que un día ocuparon Justo Sierra, José María Pino Suárez, Nemesio García Naranjo, José Vasconcelos, Narciso Bassols, Jaime Torres Bodet, etcétera, ¿de verdad cree que nuestra democracia es tonta?

Creo que en este año don Alonso Lujambio ha mostrado sus ambiciones, como lo de “no pienso en la Presidencia”, pero más sus carencias. Hacer una lista de lo que hizo, o mejor dicho, de lo que no hizo en este año, nos da su dimensión.

Cuando entró para sustituir a Josefina Vázquez Mota, que sufrió las majaderías y los abusos de la maestra Prada, Elba Esther Gordillo, supusimos que podría iniciar un cambio para que el sindicato cumpla con sus obligaciones y mejore la educación nacional, pero no, él prometió y no ha logrado nada, veamos:

En el tema de asignación de plazas de maestros, éstas siguen comprándose, vendiéndose y heredándose como en la Edad Media, incluido el derecho de pernada.

En el asunto de transparencia, tanto la Secretaría como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación siguen igual: no sabemos cuántos miles de millones se pierden para siempre sin mejorar un ápice la educación.

Debió organizar concursos para asignar plazas de directores de escuelas, pero simplemente calló. Los directores siguen siendo nombrados por dedazo.

Y en los famosos estudios de evaluación de los profesores, 70% resultaron reprobados, ¡pero siguen dando clases como si nada!

Y no sólo eso, sino que su reacción cuando el relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre Derecho a la Educación, Vernor Muñoz, habló de una complicidad —“simbiosis atípica”— entre el secretario y la eterna lideresa, y afirmó que las autoridades de educación están sometidas al sindicato, Lujambio lo refutó con argumentos legaloides, como el de que el relator “no siguió el protocolo”.

Lo que tenemos es, entonces, una Secretaría tonta, que no tiene inteligencia suficiente para lidiar con una mujer que ha hecho el más grande daño a la educación nacional. Una Secretaría tonta que no sabe hacer evaluaciones a sus mentores y que, cuando los reprueba, los premia en lugar de correrlos. Una Secretaría tonta que regala dinero para que se compren decenas de espantosos vehículos Hummer, pero redujo el presupuesto a 128 universidades del país. Una Secretaría tonta que no ha sabido o no ha querido abordar el asunto de la comida chatarra en las escuelas. Una Secretaría tonta cuyo titular acepta y obedece cuanta demanda le hace Elba Esther Gordillo.

Sí, lamentablemente, tenemos una Secretaría de Educación tonta.

*Médico y escritor

lunes, 5 de abril de 2010

A grandes males, grandes remedios

Por Rafael Álvarez Cordero*

Sembrar, traficar y vender droga es un negocio, por la simple razón de que está prohibido.

Entre los múltiples problemas y conflictos que aquejan a México y al mundo hay dos que parecen crecer por momentos: el narcotráfico y la pederastia sacerdotal; es cierto que hay delincuentes que no son narcotraficantes y pederastas que no son sacerdotes, pero la gravedad de sus delitos motiva esta reflexión.

1.- El narcotráfico. Lo he dicho aquí anteriormente: las críticas que se hacen a Felipe Calderón en su lucha inacabable contra estos delincuentes son en parte justificadas, porque no ha querido abarcar la totalidad del problema y no podrá tener la totalidad de la solución.

El narcotráfico es simple y sencillamente un asunto económico como la venta de refrescos o de hamburguesas.

Sembrar, traficar y vender droga es un negocio por la simple razón de que está prohibido, si no estuviera, la mariguana costaría lo mismo que la alfalfa o el epazote; las enormes fortunas de los traficantes se deben a eso, y ahora, como la competencia es cada vez más dura, tienen que aniquilar a sus competidores.

El monumental tráfico de armas también es un asunto económico.

En Estados Unidos las leyes contra ese tipo de ventas son claras, pero se violan todos los días porque los fabricantes y vendedores de armas tienen cooptados a los encargados de la ley.

La solución del narcotráfico es simple, es una triste ironía saber que las muertes por accidentes, por alcoholismo o tabaquismo son mucho mayores que las debidas a la mariguana, pero autos, alcohol y tabaco se comercian libremente.

La solución: despenalizar el uso de la mariguana ¡pero ya!, acabar con el lavado de dinero de los traficantes, ¡pero ya!, exigir que cese el tráfico de armas ¡pero ya!; lo demás son declaraciones huecas y mentirosas, que no ayudan a resolver tan grave problema

2.- La pederastia sacerdotal. En la Iglesia las prácticas sexuales de monjes y monjas, sacerdotes y altos prelados han sido tema de conversación, anécdotas y libros por siglos, pero ahora los medios de comunicación permiten ventilar estos delitos y hacer pública la infamia de quienes, amparados en la autoridad sacerdotal, abusan de niños y niñas, embarazan a jóvenes, ocultan los embarazos o promueven abortos.

Triste es saber que los más altos prelados, como el papa Juan Pablo II, ocultaron estas prácticas, y que incluso el papa actual, Benedicto XVI, impidió que salieran a la luz.

El matrimonio de los sacerdotes no es malo, un entrañable amigo me platicó que es bisnieto de un buen sacerdote, prelado respetabilísimo, amado por su pueblo, quien tuvo esposa y varios hijos; ¿qué hay de malo en ello?

La solución también se propuso desde los tiempos de Lutero: que los sacerdotes tengan el derecho de casarse ¡pero ya!; que se acaben esas reglas contra natura que los obligan a negar su sexualidad o a desviarla de manera grotesca y criminal, ¡pero ya!

El narcotráfico y la pederastia sacerdotal son grandes males, los grandes remedios están ahí: despenalización de la mariguana y libertad a los sacerdotes para que ejerzan plenamente su sexualidad; si no, ambos males persistirán por mucho tiempo.

*Médico y escritor