Por Rafael Álvarez Cordero*
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el gran aumento del consumo de azúcares es la primera causa de la obesidad en el planeta.
La información y la desinformación relacionadas con la obesidad infantil y su control son resultado de una guerra sin cuartel que se libra entre productores de alimentos y bebidas y las autoridades de salud. Veamos.
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que el gran aumento del consumo de azúcares es la primera causa de la obesidad en el planeta y, aquí, cuando en 2008 la Secretaría de Salud publicó el documento Recomendaciones sobre el Consumo de Bebidas para una Vida Saludable”, con el objetivo de disminuir el consumo de refrescos y aumentar el de agua y leche, las empresas iniciaron la campaña de desinformación que continúa hasta ahora.
Allá, en Estados Unidos, con el fin de anticiparse a una ley que controle los alimentos en las escuelas, los embotelladores y productores crearon CARU (Children Advertising Review Unit), para “autorregularse”, lo que es una tomadura de pelo, porque disfraza las acciones que causan obesidad so pretexto de estar “protegiendo” a los estudiantes.
Aquí, varias empresas crearon el PABI (Publicidad de Alimentos y Bebidas Infantil), que tiene el mismo fin: desviar la atención de la realidad y evitar que se publiquen leyes que protejan a los niños tanto en las escuelas como en su casa.
Allá, en Estados Unidos, a un niño que ve dos horas de televisión le llegan 12 mil 400 anuncios al año (24 por hora), la mitad de ellos de publicidad de alimentos chatarra, así como de bebidas azucaradas.
Aquí en México, el niño ve 39 anuncios por hora, 17 de ellos de comida chatarra y nadie dice nada.
Estas campañas publicitarias ahora incluyen, tanto en Estados Unidos como en México, la venta de comida chatarra con regalos o premios, la oferta de dobles raciones sin pagar extra, los boletos para cines, fiestas y conciertos, la asociación entre las bebidas azucaradas y el futbol —campaña más notable ahora que se acerca el Campeonato Mundial, donde los seleccionados anuncian, sonrientes, refrescos de cola—, la asociación de personajes infantiles en videojuegos con comida chatarra, la publicidad de refrescos en los teléfonos celulares y hasta la presencia de productos chatarra en los programas de televisión.
Es la guerra contra la salud de millones de consumidores.
En Estados Unidos, los productores de alimentos y bebidas han “convencido” (léase sobornado) a legisladores para que bloqueen las leyes antichatarra.
Aquí sucede lo mismo: la publicación de la ley antiobesidad, que generó la diputada Cristina Díaz Salazar, pone énfasis en el ejercicio y no dice nada de la comida chatarra y las bebidas azucaradas. Algo que no tenía sentido antes de enterarnos de que la legisladora ha creado y dirigido campamentos en Guadalupe, Nuevo León, patrocinados totalmente por Coca-Cola. Sobran las explicaciones.
Y mientras las autoridades de salud pugnan por crear leyes y controles para evitar la obesidad, los productores de alimentos y bebidas recurren a todo, desde publicidad hasta sobornos, con el fin de impedirlo.
Es un negocio de cientos de miles de millones de dólares. Es la guerra.
*Médico y escritor
viernes, 30 de abril de 2010
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