Por: Rafael Álvarez Cordero*
Niños y adolescentes demuestran signos de obesidad grave que ya se acompaña de hipertensión, diabetes y elevación de colesterol.
Berkeley.- California, el estado de la libertad, la alegría, la imaginación, nunca deja de sorprender a quien lo visita. Estar en San Francisco, Oakland o Berkeley es una experiencia grata por muchos motivos. Como médico no puedo evitar que mi deformación profesional analice lo que ocurre en esta multifacética comunidad.
Aquí y en toda la Unión Americana la obesidad sigue creciendo a pasos agigantados. Los hombres y las mujeres de 140 a 200 kilos no son excepción y ahora —como también pasa en México— niños y adolescentes muestran signos de obesidad grave que seguramente ya se acompaña de hipertensión, diabetes y elevación de colesterol y otras sustancias. Eric Schlosser, experto en nutrición, dice: “Nuestra generación puede ser la primera en ver morir a nuestros hijos antes que a nuestros compañeros”.
Es notable la indolencia hacia este problema, a pesar de las advertencias de los expertos. Las autoridades, aquí y en México, parecen comenzar a darse cuenta, sobre todo al hacer números y ver que no habrá presupuesto que alcance para tratar las múltiples enfermedades que ocasiona o agrava la obesidad.
Y, junto con la obesidad, vemos a hombres, pero sobre todo a mujeres ultradelgadas, como salidas de un álbum de Biafra, que pululan por Berkeley y dan lástima: piel amarillenta, ojos hundidos, labios pintados de negro y huesos, huesos, huesos por todos lados. La obsesión por la delgadez lleva a estas personas a la anorexia y a la muerte. Varias veces he insistido en que los creadores de modas escogen figuras andróginas por muy personales razones y, debido a eso, las modelos (a imitar) son esqueléticas, sin una gota de grasa, sin un gramo de estrógenos, como muchachitos adolescentes. Lástima.
Y, en medio de estos dos grupos, tanto en Berkeley como en San Francisco, podemos ver, a pesar del clima frío y la lluvia, a los atletas vigoréxicos exhibiendo su musculatura. Viven para hacer ejercicio, miden y pesan todo lo que comen, gastan hasta lo que no tienen en vitaminas, complementos, antioxidantes, alimentos orgánicos, y hacen de tres a cinco horas de ejercicio, para estar como Adonis o Venus. La vigorexia es tan nefasta como las otras enfermedades, porque impide que el individuo desarrolle todo su potencial ya que vive, como Narciso, sólo para verse en el espejo. Como se sabe, cuando estos superatletas ingieren anabólicos, desarrollan impotencia sexual y tienen peligro de sufrir cáncer.
Y, al ver a obesos, anoréxicos y vigoréxicos no queda sino preguntarnos, ¿cuál es la actitud más sana?
Usted recuerda, estimado lector, que escribí un libro titulado Gastérea, los secretos deleites del gusto, en el que invito a todos a aprender a comer, a disfrutar de uno de los más grandes placeres de la vida, sin excesos, sin gazmoñerías, compartiendo el buen comer con familiares y amigos, para gozar del placer de vivir.
Si eso lo hiciéramos todos, no habría gordos ni esqueléticos ni atletas de plástico.
*Médico y escritor
miércoles, 17 de febrero de 2010
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