De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el “goce del grado máximo de salud que se pueda lograr”, es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social.
Los avances recientes en materia de derecho a la salud son notorios: la tecnología médica ha permitido dar nuevas esperanzas a los pacientes de encontrar cura para padecimientos antes considerados mortales al efectuar diagnósticos más tempranos y tener la posibilidad de, con nuevos y menos agresivos medicamentos, detener y curar esos trastornos a la salud.
A pesar de ello, en esta colaboración quiero
hacer referencia a un problema que, a pesar de los avances, representa un
peligro no menor, si no se previene y controla de manera integral: me refiero a
las Infecciones Nosocomiales o Intrahospitalarias, que se definen como:
Una infección que se presenta en un paciente
internado en un hospital o en otro establecimiento de atención de salud en
quien la infección no se había manifestado ni estaba en período de incubación
en el momento del internado. Comprende las infecciones contraídas en el
hospital, pero manifiestas después del alta hospitalaria y también las
infecciones ocupacionales del personal del establecimiento (OMS).
Conocemos
muchos casos dramáticos relacionados con este tipo de infecciones, que
se han difundido en los medios escritos y audiovisuales , algunos de ellos con
resultados fatales; pero existen muchos otros casos similares, que no se han
conocido o incluso se han ocultado. Es
común escuchar que algún amigo o
familiar se infectó al entrar a un hospital para atenderse de algún
padecimiento, y no es difícil enterarse que la persona murió por esa infección: en esos casos,
parecería que el derecho a la salud es letra muerta, ya que los servicios
médicos, le provocaron el daño a la salud, y en muchas ocasiones le cegaron la
vida; por lo que muchos se preguntan, de qué sirven ni los miles de millones que todos los países
destinan para mantener sus sistemas de salud?.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) en
la década pasada, afirmó que en los hospitales de México se infectaban
anualmente 450 mil pacientes. Sin embargo, y para fortuna de la precisión
estadística, el gobierno mexicano atento de la gravedad del problema, corrigió
esa cifra, afirmando que los pacientes infectados en los hospitales mexicanos era
de 700 mil al año, y agregó, además, que el costo de atención de un día
paciente infectado era de 2 mil dólares americanos (Secretaría de Salud). Si
aceptamos que en promedio estos pacientes infectados permanecen hospitalizados
por 20 días adicionales a los que hubiera permanecido por el padecimiento que
lo internó, las cifras que resultan de estimar lo que le cuesta atender las
Infecciones Nosocomiales a nuestro sistema de salud son aterradoras.
Estimo que entre el 15 y el 20% del
presupuesto federal para la salud se destina para la corrección de las
infecciones que los mismos hospitales causan.
El problema es aún más grave, si ahora
calculamos con base en el 5% de mortalidad que causan las Infecciones
nosocomiales según estimaciones de la OMS, el número de muertes en México
causadas por esta razón. En el sexenio anterior murieron por esta causa, 210
mil pacientes, tres veces más de los que fallecieron por la guerra contra el
narcotráfico.
Si
somos capaces de reconocer y enfrentar el problema, podremos entonces
aplicar la solución. Esta pasa por la disciplina, el establecimiento y respeto
de normas y reglamentos, hacer a un lado intereses y corrupción, capacitación,
adaptación de nuevas tecnologías y productos sustentables y biodegradables; en
suma significa trabajar con honestidad y convicción.
México puede encabezar un movimiento
internacional que promueva una visión más integral del derecho humano a la salud y que sirva de ejemplo en todo el mundo. La
solución existe y la iremos discutiendo y analizando en este espacio, en
próximas colaboraciones.
Sobre el autor: Es Licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana y Maestro en Dirección por el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE) y miembro del Consejo Consultivo de la CNDH.
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